Cuando un paciente ya ha sido diagnosticado de síndrome de fatiga crónica, probablemente después de un largo proceso de visitas médicas, psiquiátricas y de sufrir una incomprensión social, el siguiente paso es el tratamiento para mejorar su calidad de vida.

Actualmente, no existe tratamiento curativo para el SFC y todo el tratamiento está enfocado a minimizar los síntomas y conseguir que los pacientes puedan llevar, dentro de sus limitaciones, una vida “normal”. A continuación se explicarán los tratamientos farmacológicos que existen y las pautas no farmacológicas.

Lo que hay que dejarle claro al paciente con SFC es que no hay medicamento existente que cure esta enfermedad, pero sí que existen opciones terapéuticas para intentar paliar los síntomas. El problema con el que nos encontramos cuando recetamos medicamentos es la alta incidencia de reacciones adversas o de hipersensibilidad a éstos, debido en muchos casos a la sensibilidad química múltiple, y esto es un factor negativo a considerar cuando se quieren suministrar fármacos. La solución en estos casos suele ser recomendar las dosis más bajas o aquellos fármacos de contrastada utilidad. Hasta el día de hoy se han realizado muchos estudios, con poco éxito, con diferentes grupos de medicamentos como antidepresivos, neurolépticos o neuroestimulantes, pero todos con poca o nula eficacia.

Los suplementos nutricionales son una buena opción y suelen utilizarse mucho, ya que había teorías que buscaban el origen del SFC en déficits o mala utilización de nutrientes. Algunos serían ácido fólico, vitamina B12, magnesio o hierro.

Otra rama de las teorías es el origen infeccioso, del mismo modo, el tratamiento con retrovirales, anti infecciosos o immunomoduladores ha sido poco efectivo pero sigue en fase de estudio. Estudios más recientes están valorando la eficacia de fármacos como el NADH o más recientemente en un estudio muy limitado de pacientes con el Rituximab. Hay otros tratamientos para aspectos más concretos como el insomnio, el dolor o la depresión reactiva.

Visto el abanico de opciones farmacológicas tan limitadas que tenemos, optamos por recomendar pautas terapéuticas, como la terapia cognitivo-conductual. El objetivo más importante es que el paciente asuma su diagnóstico y llegue a entender que la “fatiga” será para el resto de su vida y que todos los tratamientos están enfocados para disminuir la intensidad.

Otro aspecto fundamental es rediseñar el día a día de los pacientes. Las personas con síndrome fatiga crónica tiene una clara limitación física y mental, provocando un alto nivel de cansancio para actividades mínimas, impidiendo el desarrollo de actividades habituales.  Por ejemplo, realizar muchas actividades durante la mañana puede suponer que el resto del día se sienta agotado y tenga que reposar. Recomendamos desarrollar pequeñas actividades durante todo el día introduciendo pequeñas pausas para descansar.

También es importante la práctica de deporte ajustado a las capacidades físicas del paciente. Hay muchos deportes que están contraindicados debido a que los síntomas aumentan y el periodo de recuperación puede ser superior a 48 horas. No se debe superar la capacidad física del paciente para evitar cuadros de deterioro clínico. La pauta es practicar deporte habitualmente adaptado a las condiciones de la persona. Los deportes que se suelen recomendar son cómodos y requieren poco esfuerzo, como serían el yoga o caminar.

Con todo esto conseguimos que los pacientes con Síndrome de Fatiga Crónica rentabilicen al máximo el desarrollo de actividades en su vida diaria, disminuyendo los síntomas, y llegando a conseguir que puedan hacer una vida prácticamente normal.